Resignada
Elizabeth volvió a la planta de abajo acompañada por Jane que llevaba una
sonrisa en el rostro, aunque Lizzy sabía muy bien que tan solo era una muestra
de cortesía hacía los particulares invitados y la castaña se sentía igual que
su hermana respecto a su “Adorado” cuñado.
Wickham era
un hombre que solo se podía definir con una sola palabra… despreciable.
Elizabeth y
Jane se dieron una mirada significativa antes de bajar el último escalón y por
lo tanto meterse en la boca del lobo sin tener escapatoria alguna.
-Elizabeth,
Jane ¿No vais a saludar a vuestro cuñado? –preguntó la señora Bennet a ambas
hijas que se acercaban por obligación hacia su hermana y marido.
-Claro mamá
–respondió Jane mientras se acercaba más a Wickham y este tomaba su mano para
besarla.
-Es un gusto
volver a verla Jane, déjeme felicitarla por su compromiso con el señor Bingley
–Jane sonrío y se sentó en uno de los sillones junto a Lydia.
-Es muy
amable por su parte –respondió la rubia mientras se acomodaba el moño.
Elizabeth no
podía seguir viendo aquella escena y sin pensarlo dos veces se dirigió a la
puerta y salió sin mirar atrás dejando que aquella escena se perdiera de su
mente.
La cálida
brisa parecía arrullar con palabras hermosas los oídos de Lizzy, mientras que
ella no pensaba a donde se dirigía tan solo dejaba que sus pasos la guiaran a
un destino que no conocía o tal vez lo hacía demasiado…
Sus pasos
eran lentos… no había prisa, cuanto más tiempo estuviera alejada de aquella
casa mejor sería para todos, no podía evitar seguir añorando la presencia de
aquel moreno en su vida.
Antes de marcharse le dijo que llegaría unos días
antes de la vida de su hermana, pero tras la llegada de u última carta donde
confirmaba que tan solo llegaría en la víspera.
El corazón de Elizabeth se paró
durante unas milésimas de segundo antes de volver a latir, pero con un ritmo
demasiado lento que parecía que en cualquier momento se iba a detener por la
angustia.
Sin
planearlo llegó a un pequeño prado en el
que cientos de flores diferentes le daban alegría a aquel lugar al que nunca
antes había ido. Sonriendo se dejó caer sobre la fresca hierba y cerró los
ojos, nada importaban en esos momentos… dejó volar su imaginación como tantas
veces lo había hecho antes y se sintió bien.
Alzó la
vista al cielo y este le correspondió mostrándole uno de sus colores más
claros, las nubes esponjosas parecían
bolitas de algodón que flotaban a lo lejos sin que nadie pudiera
alcanzar a tocarlas.
Volvió a
cerrar los ojos y dejó que sus sentidos se intensificaran, la frescura del fino
pasto bajo su cuerpo y sus manos y la calidez
del sol sobre su cuerpo.
Se soltó el
moño y dejo que su cabellera castaña cayera en cascada por su espalda sin que
nadie se lo reprochara.
-¿Disfrutando
del día cuñada? –Preguntó la voz que menos quería escuchar en esos momentos
invadiendo sus únicos momentos privados.
Elizabeth
abrió los ojos de golpe y se sentó sobre la hierba mientras fruncía el ceño al
ver la figura de Wickham aparecer entre las sombras.
-¿Qué haces
aquí? ¿Cómo me has encontrado? –Preguntó Elizabeth escupiendo entre dientes
cada una de sus palabras como si fueran un insulto, se levantó y retrocedió
varios pasos para alejarse lo máximo posible de él.
-Venga
cuñadita no seas así, simplemente como me ignoraste decidí seguirte, y no me
agrada lo que veo. Te estás empezando a parecer al imbécil de tu prometido, tan
fría, distante y agria…
-No te
atrevas a hablar así de él –gruñó Elizabeth.
-Podría
asegurarte que si no estuviera casado con tu hermana yo sería un marido mejor
que él, aunque me conformo con la idea de que seas mi amante. Siempre te he deseado,
eres mucho más bonita que tu hermana y tu mirada me dice que eres una mujer
apasionada…
-Él es mucho
mejor que tú… Y nunca conseguirás que sea tu amante, la sola posibilidad de
pensarlo me da repulsión –protestó Lizzy manteniéndose firme.
Wickham se
fue acercando lentamente a ella provocando que esta retrocedía dos pasos cada
vez que el daba uno. Finalmente tenía a Elizabeth contra un árbol y sin
escapatoria.
-Tengo que
pedirle que mantenga la distancias –rogó Elizabeth mientras se intentaba
escapar. Wickham la tomó del mentón y le obligó a mirarle.
-Mi adorada
Elizabeth, tu lo deseas tanto como yo, ambos sabemos que el Sr. Darcy es muy
poco hombre para usted dudo que pudiera complacerla de alguna manera. Aunque
claro sabemos que tiene mucho dinero y eso es lo que te atrae de él, ¿Verdad?
-Aléjate de
mi –gritó Elizabeth mientras le intentaba empujar –Tu no tienes derecho a
llamarte hombre.
Wickham alzó
su mano y abofeteó en la cara Elizabeth provocando que esta se hinchara.
-Vas a hacer
lo que te diga y me vas a obedecer –gruñó este mientras la sujetaba más fuerte.
Elizabeth
lejos que hacer lo que él pedía se negó retorciéndose para marcharse, pero él
tenía mucha más fuerza y sería difícil librarse de su agarre.
Wickham tomó
a Elizabeth de la cabellera suelta y la acercó a él, más específicamente a sus
labios. Los ojos de ella expresaban el terror que sentía en esos momentos.
Sin poder
hacer nada Wickham la besó contra su voluntad recibiendo a cambio una patada en el estómago cortesía de
Elizabeth.
-Más te vale
que no me vueltas a tocar o te juro que te acordarás de mí toda tu miserable
vida.
Elizabeth
echó a correr sin mirar hacia atrás, se sentía sucia, para mucho habría sido
solo un beso, pero… a ella se parecía que su honor acababa de ser manchado por
un hombre que no merecía la pena. Con los ojos llenos de lágrimas fue hacia longbourn.
No podía
negar que estaba aterrorizada ante lo que acababa de pasar.
En el camino
pasó cerca de un riachuelo por el cual pasaba un poco de agua cristalina sin
detenerse por nada del mundo.
Se acercó a
él y tomó un poco entre sus manos para ponérselo en la mejilla esperando que le
bajara la hinchazón. El agua estaba fría lo suficiente para que disimulara
desde la lejanía, nadie tenía que saber lo que había pasado hoy.
¿Cómo se
sentiría su amado Darcy si se enterara de lo ocurrido? No quería pensar en
ello, era demasiado duro ¿Pensaría que lo había engañado?¿O la creería?
No estaba
segura de nada tan solo tenía miedo y para que negarlo, era mucho por lo que
había pasado para que ellos dos estuvieran juntos, pero… no esto no podía ser
el fin de la historia que estaban apunto de comenzar.
No podía haber
un punto y final antes del primer capítulo. Llegó a la casa aterrorizada sin
saber que encontrarse en ella, ¿Qué pensaría su familia cuando la vieran con la
mejilla marcada? ¿Lydia le reprocharía intentar quitarle a su marido?
Antes de
entrar en la casa se apoyó en un árbol viéndola desde cerca y se detuvo a
pensar… Le costaba demasiado hacerse a la idea de como debería vivir Lydia con
un marido como el que tenía.
Parecía
feliz, no salía de su mundo de fantasía, pero se llegó a preguntar ¿A ella
también le habrá pegado?
De repente
unos brazos la abrazaron por detrás logrando que Elizabeth soltara un grito.
Aquella persona se rió y susurró en su oído.
-¿Esta es la
forma en la que va a saludar a su prometido? –murmuró él fingiendo estar
enfadado.
La castaña
no pudo evitar sonreír al escuchar la voz de su querido.
-Darcy…
-susurró mientras se apoyaba contra su pecho.
-Mi Lizzy,
mi dulce e inocente Lizzy –suspiró él mientras la acercaba a él. En esos
momentos era cuando se sentía protegida, sus brazos… su nuevo hogar.
-Creí que no
volverías hasta la víspera de la boda de Jane
¿Qué te hizo cambiar de opinión? –preguntó ella sin todavía girarse, aún
no estaba preparada.
-No podía
esperar un segundo más sin verte, se me ha hecho un viaje muy largo al no
tenerte a mi lado -Darcy la volteó para
mirarla y en lo primero que se fijó fueron en sus dos grandes ojos oscuros.
Apoyó una
mano en su pómulo provocando que Elizabeth diera un gemido de dolor, Darcy se
fijo más en el lugar donde había tocado y vio en él una marca roja…
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