miércoles, 2 de mayo de 2012

Capítulo II


Resignada Elizabeth volvió a la planta de abajo acompañada por Jane que llevaba una sonrisa en el rostro, aunque Lizzy sabía muy bien que tan solo era una muestra de cortesía hacía los particulares invitados y la castaña se sentía igual que su hermana respecto a su “Adorado” cuñado.

Wickham era un hombre que solo se podía definir con una sola palabra… despreciable.

Elizabeth y Jane se dieron una mirada significativa antes de bajar el último escalón y por lo tanto meterse en la boca del lobo sin tener escapatoria alguna.

-Elizabeth, Jane ¿No vais a saludar a vuestro cuñado? –preguntó la señora Bennet a ambas hijas que se acercaban por obligación hacia su hermana y marido.

-Claro mamá –respondió Jane mientras se acercaba más a Wickham y este tomaba su mano para besarla.

-Es un gusto volver a verla Jane, déjeme felicitarla por su compromiso con el señor Bingley –Jane sonrío y se sentó en uno de los sillones junto a Lydia.

-Es muy amable por su parte –respondió la rubia mientras se acomodaba el moño.

Elizabeth no podía seguir viendo aquella escena y sin pensarlo dos veces se dirigió a la puerta y salió sin mirar atrás dejando que aquella escena se perdiera de su mente.

La cálida brisa parecía arrullar con palabras hermosas los oídos de Lizzy, mientras que ella no pensaba a donde se dirigía tan solo dejaba que sus pasos la guiaran a un destino que no conocía o tal vez lo hacía demasiado…

Sus pasos eran lentos… no había prisa, cuanto más tiempo estuviera alejada de aquella casa mejor sería para todos, no podía evitar seguir añorando la presencia de aquel moreno en su vida.

Antes de marcharse le dijo que llegaría unos días antes de la vida de su hermana, pero tras la llegada de u última carta donde confirmaba que tan solo llegaría en la víspera.

El corazón de Elizabeth se paró durante unas milésimas de segundo antes de volver a latir, pero con un ritmo demasiado lento que parecía que en cualquier momento se iba a detener por la angustia.

Sin planearlo llegó a  un pequeño prado en el que cientos de flores diferentes le daban alegría a aquel lugar al que nunca antes había ido. Sonriendo se dejó caer sobre la fresca hierba y cerró los ojos, nada importaban en esos momentos… dejó volar su imaginación como tantas veces lo había hecho antes y se sintió bien.

Alzó la vista al cielo y este le correspondió mostrándole uno de sus colores más claros, las nubes esponjosas parecían  bolitas de algodón que flotaban a lo lejos sin que nadie pudiera alcanzar a tocarlas.

Volvió a cerrar los ojos y dejó que sus sentidos se intensificaran, la frescura del fino pasto bajo su cuerpo y sus manos y la calidez  del sol sobre su cuerpo.

Se soltó el moño y dejo que su cabellera castaña cayera en cascada por su espalda sin que nadie se lo reprochara.

-¿Disfrutando del día cuñada? –Preguntó la voz que menos quería escuchar en esos momentos invadiendo sus únicos momentos privados.

Elizabeth abrió los ojos de golpe y se sentó sobre la hierba mientras fruncía el ceño al ver la figura de Wickham aparecer entre las sombras.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? –Preguntó Elizabeth escupiendo entre dientes cada una de sus palabras como si fueran un insulto, se levantó y retrocedió varios pasos para alejarse lo máximo posible de él.

-Venga cuñadita no seas así, simplemente como me ignoraste decidí seguirte, y no me agrada lo que veo. Te estás empezando a parecer al imbécil de tu prometido, tan fría, distante y agria…

-No te atrevas a hablar así de él –gruñó Elizabeth.

-Podría asegurarte que si no estuviera casado con tu hermana yo sería un marido mejor que él, aunque me conformo con la idea de que seas mi amante. Siempre te he deseado, eres mucho más bonita que tu hermana y tu mirada me dice que eres una mujer apasionada…

-Él es mucho mejor que tú… Y nunca conseguirás que sea tu amante, la sola posibilidad de pensarlo me da repulsión –protestó Lizzy manteniéndose firme.

Wickham se fue acercando lentamente a ella provocando que esta retrocedía dos pasos cada vez que el daba uno. Finalmente tenía a Elizabeth contra un árbol y sin escapatoria.

-Tengo que pedirle que mantenga la distancias –rogó Elizabeth mientras se intentaba escapar. Wickham la tomó del mentón y le obligó a mirarle.

-Mi adorada Elizabeth, tu lo deseas tanto como yo, ambos sabemos que el Sr. Darcy es muy poco hombre para usted dudo que pudiera complacerla de alguna manera. Aunque claro sabemos que tiene mucho dinero y eso es lo que te atrae de él, ¿Verdad?

-Aléjate de mi –gritó Elizabeth mientras le intentaba empujar –Tu no tienes derecho a llamarte hombre.
Wickham alzó su mano y abofeteó en la cara Elizabeth provocando que esta se hinchara.

-Vas a hacer lo que te diga y me vas a obedecer –gruñó este mientras la sujetaba más fuerte.

Elizabeth lejos que hacer lo que él pedía se negó retorciéndose para marcharse, pero él tenía mucha más fuerza y sería difícil librarse de su agarre.

Wickham tomó a Elizabeth de la cabellera suelta y la acercó a él, más específicamente a sus labios. Los ojos de ella expresaban el terror que sentía en esos momentos.

Sin poder hacer nada Wickham la besó contra su voluntad recibiendo a cambio  una patada en el estómago cortesía de Elizabeth.

-Más te vale que no me vueltas a tocar o te juro que te acordarás de mí toda tu miserable vida.

Elizabeth echó a correr sin mirar hacia atrás, se sentía sucia, para mucho habría sido solo un beso, pero… a ella se parecía que su honor acababa de ser manchado por un hombre que no merecía la pena. Con los ojos llenos de lágrimas fue hacia longbourn.

No podía negar que estaba aterrorizada ante lo que acababa de pasar.

En el camino pasó cerca de un riachuelo por el cual pasaba un poco de agua cristalina sin detenerse por nada del mundo.

Se acercó a él y tomó un poco entre sus manos para ponérselo en la mejilla esperando que le bajara la hinchazón. El agua estaba fría lo suficiente para que disimulara desde la lejanía, nadie tenía que saber lo que había pasado hoy.

¿Cómo se sentiría su amado Darcy si se enterara de lo ocurrido? No quería pensar en ello, era demasiado duro ¿Pensaría que lo había engañado?¿O la creería?

No estaba segura de nada tan solo tenía miedo y para que negarlo, era mucho por lo que había pasado para que ellos dos estuvieran juntos, pero… no esto no podía ser el fin de la historia que estaban apunto de comenzar.

No podía haber un punto y final antes del primer capítulo. Llegó a la casa aterrorizada sin saber que encontrarse en ella, ¿Qué pensaría su familia cuando la vieran con la mejilla marcada? ¿Lydia le reprocharía intentar quitarle a su marido?

Antes de entrar en la casa se apoyó en un árbol viéndola desde cerca y se detuvo a pensar… Le costaba demasiado hacerse a la idea de como debería vivir Lydia con un marido como el que tenía.

Parecía feliz, no salía de su mundo de fantasía, pero se llegó a preguntar ¿A ella también le habrá pegado?
De repente unos brazos la abrazaron por detrás logrando que Elizabeth soltara un grito. Aquella persona se rió y susurró en su oído.

-¿Esta es la forma en la que va a saludar a su prometido? –murmuró él fingiendo estar enfadado.

La castaña no pudo evitar sonreír al escuchar la voz de su querido.

-Darcy… -susurró mientras se apoyaba contra su pecho.

-Mi Lizzy, mi dulce e inocente Lizzy –suspiró él mientras la acercaba a él. En esos momentos era cuando se sentía protegida, sus brazos… su nuevo hogar.

-Creí que no volverías hasta la víspera de la boda de Jane  ¿Qué te hizo cambiar de opinión? –preguntó ella sin todavía girarse, aún no estaba preparada.

-No podía esperar un segundo más sin verte, se me ha hecho un viaje muy largo al no tenerte a mi lado  -Darcy la volteó para mirarla y en lo primero que se fijó fueron en sus dos grandes ojos oscuros.

Apoyó una mano en su pómulo provocando que Elizabeth diera un gemido de dolor, Darcy se fijo más en el lugar donde había tocado y vio en él una marca roja…



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