viernes, 11 de mayo de 2012

Capítulo III


“y vio en él una marca roja…”

Elizabeth se tapó rápidamente con la mano su pómulo marcado con la intención de que Darcy no viera su pequeño altercado, pero ya era demasiado grande, lo había visto y ahora en su cara yacía una expresión dominada por la fuera, la ira y el dolor de no haber podido hacer nada para proteger a su prometida del que se había atrevido a hacerle eso.

-¡Elizabeth ¿Quién te ha hecho eso?! –gritó Darcy enojando.

Lizzy retrocedió dos pasos y se dio la vuelta no podía soportar que la viera de aquella manera tan penetrante que solo estaba llena de odio.

-No es nada… simplemente me tropecé en una caminata y caí de bruces al suelo –inventó rápidamente mientras esperaba que Darcy se tragara la mentira.

-Elizabeth te conozco demasiado bien, como para saber que me estas mintiendo, conoces estos lugares desde hace mucho tiempo, cada piedra del camino, cada marca… todo, tú nunca has sido patosa y me es muy poco creíble esa mentira –gruñó Fitzwilliam acercándose a su prometida que no había abierto la boca.

-No merece la pena… -susurró ella –enserio Darcy, no quiero que te metas en problemas por nada, no merece la pena, no ha pasado nada… enserio.

Darcy se adelantó y rodeó con sus brazos a Lizzy que se acomodó en su pecho.

-Todo lo que tenga que ver contigo me importa, nadie tiene derecho a hacer lo que te han hecho, por favor Lizzy te lo pido, dime el nombre, tú eres lo más importante en mi vida, no podría soportar la idea de que alguien te pudiera hacer algo mientras yo no estoy-

Elizabeth suspiró rendida para darse le vuelta y mirar a los ojos de su señor Darcy que la miraba con un brillo triste en los ojos.

-Prométeme que no vas a hacer nada, por favor… Darcy te lo pido, te diré el nombre, pero prométeme que no harás nada-
-No te puedo prometer tal cosa, el culpable deberá pagar por lo que ha hecho –

Sabiendo que no sacaría nada más Elizabeth bajó mi mirada para cortar la comunicación de miradas que se había formado en apenas unos cuantos segundos.

-Fue… Wickham – Elizabeth contempló como las manos de Darcy se apretaban cada vez más fuerte entono a ella y podía sentir su ira, no quería que esto acabara mal… No le importaría que le diera su merecido a Wickham, pero… él era podría ser peligroso si se lo proponía y le desagradaba la idea, de que su hermana la culpara por lo que pasaría con su marido.

-¿¡Ese bastardo se atrevió a tocarte!? –rugió mientras soltaba a Lizzy y empezaba a caminar con dirección contraria.

Elizabeth al adivinar las intenciones de su prometido, empezó a correr detrás de él para tomarle de la mano y pedirle que se calmara, que no merecía la pena, qué él no era nadie, simplemente el marido de su tonta hermana que tenía un interés secreto por ella, pero… decirle eso a su Darcy… tan solo avivaría el deseo de acabar con él y entonces si que no lo podría detener hasta cumplir su cometido.

Pero William seguía avanzando sin detenerse a pensar que su prometida haría cualquier cosa para pararlo.

Alzo sus manos y las colgó alrededor de su cuello mientras lo acercaba a él, Darcy abrió los ojos sorprendido ante la coquetería de su esposa. Lizzy unió sus labios con los suyos, su primer beso… bueno, su primer beso de verdad. Darcy se dedicó a jugar con el labio inferior de la muchacha que enredada sus dedos en la sedosa cabellera morena de su prometida que la miraba con lujuria.

-Si cada vez que vaya a hacer algo que no te guste me vas a detener así, recuérdame que lo haga más a menudo-

Elizabeth le dio un pequeño golpe en el pecho cosa que él fingió que le dolía y soltó un gemido de dolor.

-No me seas señor Darcy, no quiero que se aleje de mí hasta nuestra boda y aún queda bastante para eso.

-Creo que sería conveniente de que fuéramos yendo para tu casa, tu madre debe de estar preocupada por tu aspecto diría que has estado bastante tiempo fuera – y era verdad, Elizabeth llevaba el vestido desarreglado, el cabello indomable y enredado por la carrera y las mejillas coloreadas de un sabroso color cereza.

-No creo que fuera lo correcto… me gustaría que esto bajara un poco de tamaño –murmuró señalando la marca que tenía en su mejilla.

Darcy la acarició con suavidad mientras pensaba que tendría que tomar cartas en el asunto, se aseguraría de que encerraran a Wickham de por vida y ayudaría un poco a la hermana de su prometida que cada vez estaba más ciega y ajena del mundo real. Pero como ya le había dicho Elizabeth antes era mejor así, era mejor que nunca se diera cuenta del hombre con el que estaba casada, era una cría y no entendía nada. Tan solo esperaba que los hijos llegaran tarde.

-Señorita Elizabeth ¿Me concedería el honor de acompañarme a la sombre de este bello árbol? –Elizabeth sonrió y alzó su mano para que su señor se la tomara y la llevara junto a él.

Darcy se sentó en el suelo apoyado contra el árbol mientras acomodaba a Elizabeth en su regazo como si fuera una niña pequeña.

Le sonrió con ternura y acarició su cabello aún despeinado, tan perfecta… Era su pequeño ángel. No podía evitar sentir tanta felicidad al saber que había sido aceptado portan bella dama, tan vivaz y sencilla, pero en ocasiones tan difícil de entender, era como un rompecabezas sin solución alguna y la llave hacía su paraíso personal.

-¿El señor Bingley sabe de su llegada? –preguntó Elizabeth intentando sacar un tema de conversación.

-No, fue una decisión repentina, pero me parecía lo correcto venir antes a ver a mi bella dama que seguramente estaba tan emocionada de verme como yo a ella.

-No me sea orgulloso Señor Darcy, pero esta vez le tengo que dar la razón, no sabe usted cuanto le he extrañado durante estos días, se me hacía eterna su espera, casi tuve que pensar en buscarme un marido subsistido por si no llegabas a desaparecer –comentó despreocupadamente la castaña mientras enrollaba sus baros alrededor del cuerpo de Darcy mientras este la miraba con incredulidad, no podía creer lo que su pequeña acababa de decir ¿Acaso él era para usar y tirar? ¿Para manejar a su antojo?

Elizabeth soltó una carcajada al ver la cara de su prometido y por unos instantes pensó que su broma se había salido un poco del guion.

-Ay, mi amado señor Darcy, no puedo creer que te lo hayas creído, nunca habrá otro que no seas tú, mi tontorrón.

Y así pasaron la tarde abrazados bajo un árbol mientras que el susurró del viento murmuraba dulces palabras en sus oídos y la luz del sol empezaba a desaparecer mientras que ambos amantes se levantaba y se daban la mano antes de encaminarse a la casa de la joven.

-¿Cómo está mi adoraba Georgiana? –preguntó Lizzy al acordarse de su futura cuñada

-Está muy bien, gracias por preguntar, tiene muchas ganas de volver a verte, me dijo que te extrañaba, pero la alegré diciéndola que dentro de muy poco os volverías a encontrar y podrías pasar mucho tiempo juntas, como todas las veces que habías ido a pasar unos días  a Pemberley, quiere enseñarte una de sus compasiones de la que está muy orgullosa –

-Me encantaría escucharla, Georgi es una muchacha excepcional y sin duda algún día será buena esposa para cualquier hombre que la merezca-

-Ese hombre nunca existiría –gruñó Darcy rehuyendo la mirada de la de su prometida que le miraba con unos matices burlescos.

-¿Estás celoso del hombre que cortejará a tu hermana? Georgie ya no es una niña-

-No, claro que no estoy celoso, pero… ella es muy inocente y cualquiera la podría dañar es muy delicada, nunca habrás ningún hombre para merecerla –replicó Darcy.

Elizabeth rió antes de abrir la puerta de la casa y adentrarse en ella.

-Lizzy querida ¿Dónde te habías metido? ¿Es que no tienes un poco de respeto por mis pobres nervios? Algún día harás que me de algo ¿Qué has estado haciendo para llegar tan tarde? No te has despedido de Wickham y de tu hermana, se han marchado hace algunas horas –

-Lo siento mamá, pero me encontré con alguien –dijo con una sonrisa ella mientras Darcy se acercaba por detrás de ella hasta dejar ver a la vista su rostro.

-¡Señor Darcy! No esperaba verlo por aquí ¿Acaba de llegar? –preguntó la madre de Elizabeth mientras buscaba alguna manera de escapar de la extraña escena.

-Así es, Señora Bennett, no podía esperar más por ver a mi prometida-

-Bueno… si… esto… me disculpáis voy a ayudar a Jane a probarse el vestido de novia –murmuró antes de subir escaleras arriba y perderse de la vista de ambos jóvenes.

La puerta comenzó a sonar y Elizabeth la abrió dando paso a un muchacho de unos 22 años, alto musculoso, de cabellera castaña abundante y unos profundos ojos esmeraldas que la miraba con deseo.

-Disculpad mi atrevimiento, por pasarme por acá tan tarde hermosa dama, me acabo de mudar a Liness Park al sudeste de aquí, había aprovechado el día para saludar a los vecinos, mi nombre es Anthony Clawson, me he mudado aquí con mi hermana Bonnie, pero no había esperado encontrarme un ángel, ¿me permitiría saber vuestro nombre?

Elizabeth incomodada dio unos pasos hacia atrás, pero de todos modos acabó contestando.

-Elizabeth Bennet dentro de poco Darcy –dijo con voz clara mientras apretaba la mano de su prometido que se empezaba a tensar debido a la manera en la que aquel hombre miraba a su prometida, como su fuera un dulce divino, pero… era SU dulce divino y nadie tenía derecho a mirarla de esa manera y por ninguna parecida.

Cuando Anthony se percató de la presencia de Darcy le preguntó a Elizabeth.

-Tu hermano es un poco sobreprotecto, ¿No? –

Antes de que Elizabeth pudiera decir algo, Darcy se adelantó poniéndose delante de su prometida.

-No soy su hermana, soy Fitzwilliam Darcy el prometido de la señorita Bennet –Elizabeth todavía estaba un poco anonadada ante el intercambio de palabras, nunca habría podido imaginar a una persona que cono conociera a su prometida, hasta hace escasos minutos eso le parecía algo imposible.

-Si te cansas de estar con él, puedes venir a visitarme siempre que quieres hermosa –dijo antes de guiñar un ojos y salir de allí andando con tranquilidad como si no acabara de descubrir que la mujer más hermosa que sus ojos habían visto estaba prometida y aunque aquel hombre era el señor Darcy…

 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Capítulo II


Resignada Elizabeth volvió a la planta de abajo acompañada por Jane que llevaba una sonrisa en el rostro, aunque Lizzy sabía muy bien que tan solo era una muestra de cortesía hacía los particulares invitados y la castaña se sentía igual que su hermana respecto a su “Adorado” cuñado.

Wickham era un hombre que solo se podía definir con una sola palabra… despreciable.

Elizabeth y Jane se dieron una mirada significativa antes de bajar el último escalón y por lo tanto meterse en la boca del lobo sin tener escapatoria alguna.

-Elizabeth, Jane ¿No vais a saludar a vuestro cuñado? –preguntó la señora Bennet a ambas hijas que se acercaban por obligación hacia su hermana y marido.

-Claro mamá –respondió Jane mientras se acercaba más a Wickham y este tomaba su mano para besarla.

-Es un gusto volver a verla Jane, déjeme felicitarla por su compromiso con el señor Bingley –Jane sonrío y se sentó en uno de los sillones junto a Lydia.

-Es muy amable por su parte –respondió la rubia mientras se acomodaba el moño.

Elizabeth no podía seguir viendo aquella escena y sin pensarlo dos veces se dirigió a la puerta y salió sin mirar atrás dejando que aquella escena se perdiera de su mente.

La cálida brisa parecía arrullar con palabras hermosas los oídos de Lizzy, mientras que ella no pensaba a donde se dirigía tan solo dejaba que sus pasos la guiaran a un destino que no conocía o tal vez lo hacía demasiado…

Sus pasos eran lentos… no había prisa, cuanto más tiempo estuviera alejada de aquella casa mejor sería para todos, no podía evitar seguir añorando la presencia de aquel moreno en su vida.

Antes de marcharse le dijo que llegaría unos días antes de la vida de su hermana, pero tras la llegada de u última carta donde confirmaba que tan solo llegaría en la víspera.

El corazón de Elizabeth se paró durante unas milésimas de segundo antes de volver a latir, pero con un ritmo demasiado lento que parecía que en cualquier momento se iba a detener por la angustia.

Sin planearlo llegó a  un pequeño prado en el que cientos de flores diferentes le daban alegría a aquel lugar al que nunca antes había ido. Sonriendo se dejó caer sobre la fresca hierba y cerró los ojos, nada importaban en esos momentos… dejó volar su imaginación como tantas veces lo había hecho antes y se sintió bien.

Alzó la vista al cielo y este le correspondió mostrándole uno de sus colores más claros, las nubes esponjosas parecían  bolitas de algodón que flotaban a lo lejos sin que nadie pudiera alcanzar a tocarlas.

Volvió a cerrar los ojos y dejó que sus sentidos se intensificaran, la frescura del fino pasto bajo su cuerpo y sus manos y la calidez  del sol sobre su cuerpo.

Se soltó el moño y dejo que su cabellera castaña cayera en cascada por su espalda sin que nadie se lo reprochara.

-¿Disfrutando del día cuñada? –Preguntó la voz que menos quería escuchar en esos momentos invadiendo sus únicos momentos privados.

Elizabeth abrió los ojos de golpe y se sentó sobre la hierba mientras fruncía el ceño al ver la figura de Wickham aparecer entre las sombras.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? –Preguntó Elizabeth escupiendo entre dientes cada una de sus palabras como si fueran un insulto, se levantó y retrocedió varios pasos para alejarse lo máximo posible de él.

-Venga cuñadita no seas así, simplemente como me ignoraste decidí seguirte, y no me agrada lo que veo. Te estás empezando a parecer al imbécil de tu prometido, tan fría, distante y agria…

-No te atrevas a hablar así de él –gruñó Elizabeth.

-Podría asegurarte que si no estuviera casado con tu hermana yo sería un marido mejor que él, aunque me conformo con la idea de que seas mi amante. Siempre te he deseado, eres mucho más bonita que tu hermana y tu mirada me dice que eres una mujer apasionada…

-Él es mucho mejor que tú… Y nunca conseguirás que sea tu amante, la sola posibilidad de pensarlo me da repulsión –protestó Lizzy manteniéndose firme.

Wickham se fue acercando lentamente a ella provocando que esta retrocedía dos pasos cada vez que el daba uno. Finalmente tenía a Elizabeth contra un árbol y sin escapatoria.

-Tengo que pedirle que mantenga la distancias –rogó Elizabeth mientras se intentaba escapar. Wickham la tomó del mentón y le obligó a mirarle.

-Mi adorada Elizabeth, tu lo deseas tanto como yo, ambos sabemos que el Sr. Darcy es muy poco hombre para usted dudo que pudiera complacerla de alguna manera. Aunque claro sabemos que tiene mucho dinero y eso es lo que te atrae de él, ¿Verdad?

-Aléjate de mi –gritó Elizabeth mientras le intentaba empujar –Tu no tienes derecho a llamarte hombre.
Wickham alzó su mano y abofeteó en la cara Elizabeth provocando que esta se hinchara.

-Vas a hacer lo que te diga y me vas a obedecer –gruñó este mientras la sujetaba más fuerte.

Elizabeth lejos que hacer lo que él pedía se negó retorciéndose para marcharse, pero él tenía mucha más fuerza y sería difícil librarse de su agarre.

Wickham tomó a Elizabeth de la cabellera suelta y la acercó a él, más específicamente a sus labios. Los ojos de ella expresaban el terror que sentía en esos momentos.

Sin poder hacer nada Wickham la besó contra su voluntad recibiendo a cambio  una patada en el estómago cortesía de Elizabeth.

-Más te vale que no me vueltas a tocar o te juro que te acordarás de mí toda tu miserable vida.

Elizabeth echó a correr sin mirar hacia atrás, se sentía sucia, para mucho habría sido solo un beso, pero… a ella se parecía que su honor acababa de ser manchado por un hombre que no merecía la pena. Con los ojos llenos de lágrimas fue hacia longbourn.

No podía negar que estaba aterrorizada ante lo que acababa de pasar.

En el camino pasó cerca de un riachuelo por el cual pasaba un poco de agua cristalina sin detenerse por nada del mundo.

Se acercó a él y tomó un poco entre sus manos para ponérselo en la mejilla esperando que le bajara la hinchazón. El agua estaba fría lo suficiente para que disimulara desde la lejanía, nadie tenía que saber lo que había pasado hoy.

¿Cómo se sentiría su amado Darcy si se enterara de lo ocurrido? No quería pensar en ello, era demasiado duro ¿Pensaría que lo había engañado?¿O la creería?

No estaba segura de nada tan solo tenía miedo y para que negarlo, era mucho por lo que había pasado para que ellos dos estuvieran juntos, pero… no esto no podía ser el fin de la historia que estaban apunto de comenzar.

No podía haber un punto y final antes del primer capítulo. Llegó a la casa aterrorizada sin saber que encontrarse en ella, ¿Qué pensaría su familia cuando la vieran con la mejilla marcada? ¿Lydia le reprocharía intentar quitarle a su marido?

Antes de entrar en la casa se apoyó en un árbol viéndola desde cerca y se detuvo a pensar… Le costaba demasiado hacerse a la idea de como debería vivir Lydia con un marido como el que tenía.

Parecía feliz, no salía de su mundo de fantasía, pero se llegó a preguntar ¿A ella también le habrá pegado?
De repente unos brazos la abrazaron por detrás logrando que Elizabeth soltara un grito. Aquella persona se rió y susurró en su oído.

-¿Esta es la forma en la que va a saludar a su prometido? –murmuró él fingiendo estar enfadado.

La castaña no pudo evitar sonreír al escuchar la voz de su querido.

-Darcy… -susurró mientras se apoyaba contra su pecho.

-Mi Lizzy, mi dulce e inocente Lizzy –suspiró él mientras la acercaba a él. En esos momentos era cuando se sentía protegida, sus brazos… su nuevo hogar.

-Creí que no volverías hasta la víspera de la boda de Jane  ¿Qué te hizo cambiar de opinión? –preguntó ella sin todavía girarse, aún no estaba preparada.

-No podía esperar un segundo más sin verte, se me ha hecho un viaje muy largo al no tenerte a mi lado  -Darcy la volteó para mirarla y en lo primero que se fijó fueron en sus dos grandes ojos oscuros.

Apoyó una mano en su pómulo provocando que Elizabeth diera un gemido de dolor, Darcy se fijo más en el lugar donde había tocado y vio en él una marca roja…



sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo I


Ya quedaba poco el tiempo para que se celebrara el enlace entre Jane Bennet y Charles Bingley. Hertfordshire esperaba con emoción tan señalada fecha y no era para menos, uno de los hombres más codiciados pronto se convertiría en un hombre casado.

Elizabeth Bennet miraba desde la ventana de la sala como el sol iba desapareciendo, dando lugar a una inmensa oscuridad tan solo alumbrada por las pequeñas estrellas que brillaban con fuerza desde el firmamento. Dejó de lado la novela que estaba leyendo al escuchar unos pasos detrás suyo y giró la cabeza para encontrarse con la cabellera rubia de su hermana Jane. Cuánto la echaría de menos una vez que se fuera a vivir a Netherfield con su futuro marido.

Jane se acercó a abrazó a su hermana con fuerza mientras murmuraba.

-No puedo creer que dentro de tan poco tiempo nos vayamos a separar, siempre hemos estado juntas y se me hace difícil la idea de que ya no estaremos tanto tiempo juntas, tú te irás a Pemberley con el señor Darcy y yo me quedaré en Netherfield con el señor Bingley.

-Sé que ya nada será lo mismo, pero ambas seremos felices, de eso estoy segura, solo te pido que me escribas cuando tengas un poco de tiempo y te acuerdes de mí –sonrió Elizabeth mientras se separaba de su hermana.

-Siempre – rió Jane mientras subía las escaleras para irse a la cama.

Elizabeth abrió de nuevo el libro y tomó una carta que había entre sus páginas, era del señor Darcy, la había recibido a la mañana pero por diversas razones aún no la podía haber abierto. La tomó entre sus temblorosas manos mientras pensaba… Darcy, mi amado señor Darcy.

Nunca se hubiera podido imaginar que estaría comprometida con un hombre tan maravilloso, quien meses antes se había convertido por decirlo de alguna manera en su pesadilla personal. Sintió miedo cuando Darcy le pidió su mano a su padre, temía que no lo aceptara… Pero ahora… Todo había pasado por fin podía respirar en paz, faltaban 4 meses para su boda, lo que le parecía una eternidad.

Acarició el papel de la carta mientras la habría y contemplaba la letra de su prometido.

Mi amada Lizzy:
No sé si en estos momentos estarás pensando en mí, pero debo decirte que yo no puedo sacarte de mi cabeza. No sabes cuánto ansío volver a verte, pero mis negocios en Londres se complicaron y no podré llegar hasta un la víspera de la boda de tu hermana. En estos momentos me gustaría tenerte entre mis brazos, pero como no es posible, el recuerdo de tú sonrisa es lo que hace que me levante cada día. Solo quiero que no olvides que te amo.
Te quiere, Fitzwilliam.

La castaño suspiró conmovida por tan hermosas palabras, peor la angustia por tener que esperar más tiempo para verle la estaba matando por dentro. Volvió a meter la carta en el libro, y siguió el camino por donde minutos antes se había marchado su hermana.

Dejó el libro sobre la mesilla de noche y se tumbó en la cama antes de que con un soplo dejara la habitación en la oscuridad y con ello la posibilidad de soñar una noche más con su amado prometido.

Cerró los ojos después de ver como su hermana descansaba tranquilamente y dejó que Morfeo la llevara entre sus brazos.

Los rayos de luz propinaban caricias a los bellos rostros de las hermanas que se encontraban dormidas.

La primera en despertar fue Elizabeth al oír los gritos emocionados de daba su madre desde la planta de abajo.

-¿Qué es lo que le ocurre a mamá? –preguntó Jane sobresaltada por los gritos de… ¿júbilo?

Ambas bajaron aún con el camisón haber cuál era el motivo de tanto alboroto.

-¿Habrá venido el señor Bingley? –preguntó Elizabeth mientras bajaban las escaletas, pero eso no fue lo que se encontraron al final de ellas.

Una emocionada señora Bennet abrazaba con esmero a su hija más pequeña acompañada por su marido. Elizabeth frunció el ceño al ver a Wickham de nuevo por su casa. No entendía como la estúpida de su hermana no se daba cuenta con el tipo de hombre con el que estaba casado.

-¡Hay Dios mío niñas que hacéis vestidas de esta manera! ¿Es que queréis que me dé un infarto? Subid ahora mismo a poneros algo decente ¿no veis que tenemos visitas?

-No agradables… -susurró Elizabeth para ella y para Jane. Ambas subieron y al llegar a su habitación cerraron la puerta.

-¡No puedo creer que tengamos que soportar la presencia de Wickham en nuestra propia casa! –replicó frutada lizzy mientras se tiraba encima de la cama.

-Venga Lizzy no es tan malo, sabemos que ha hecho cosas malas, pero no debemos ponernos así, solo se quedará unos cuantos días y después no lo volveremos a ver –comentó la rubia mientras sacaba un vestido.

-A veces no puedo creer que seas tan buena con todo el mundo, parece que no puedes enfadarte –suspiró resignada la otra hermana mientras se terminaba también de vestir.

-Vamos Elizabeth, solo un saludo y podrás encontrar una excusa para marcharte de ahí –murmuró dándose ánimos a sí misma para poder continuar.